
Alfons Vinyals Arnau
Sars-Cov2. Un relato
El ser humano es una entidad de una complejidad extraordinaria. De hecho, es un ente único en toda la Creación, ninguna otra criatura de nuestro universo se le parece. Somos una plasmación magnífica que Alguien se ha encargado de pensar. Como si de un proceso alquímico se tratara el complejo físico y espiritual humano actúa dentro de su propio matraz, el cuerpo físico mineral, con combinaciones materiales y ponderables, y otras sutiles o etéricas también estimables con los medios apropiados. Estos últimos menos al alcance de una ciencia material-mecanicista, pero si accesible mediante otros métodos de corte energético-espiritual. Algún día, puede que no demasiado lejano, cuando la unificación de criterios lo permita, llegaremos una ciencia integrativa. La ciencia de la verdad.
A veces lo que denominamos azar es lo que podemos contemplar como destino, como karma:
¿Cuántas veces en la vida hemos querido hacer aquello que no nos ha sido posible?
¿Cuántas veces en la vida hemos hecho aquello a lo que nos hemos visto obligados?
¿Quién dirige nuestra voluntad hacia los hechos en la vida?
¿Podemos aprender a superar nuestro sufrimiento y a amar nuestro destino?
¿Podemos captar la sabiduría del dolor?
¿Podemos trabajar el por qué del para qué?
En las Navidades de 2021 tuve la posibilidad de plantearme todas estas preguntas. Ese karma al que algunos llaman azar, otros, destino, me colocó en una de aquellas situaciones por la que uno ‘debe pasar’. Podría ser eludible en base a la libertad personal dirán algunos, sin embargo, entregarse a ellas con conciencia y confiar puede ser una travesía del viaje encarnatorio -que todos sufrimos- de consecuencias asombrosas. Hay que decir también, que el asombro es una cualidad extraordinaria que nos remite a nuestro niño interior. Ese niño que, biográficamente, ha sufrido tanto a veces.
Después de haber seguido mis tratamientos naturales dado el rigor del invierno con todas las oleadas de Covid, y haber mantenido un protocolo previo de CDS hasta la saturación -el proceso de tolerancia siempre es personal- sufrí un rechazo, el cual no es inhabitual en algunos casos, depende de la afinidad de cada uno. Para unos 20 ml son suficientes para otros, 15 ml. su tratamiento de confort. No tengo dudas de su eficacia. Aquí cabe comentar un hecho que se produce entre los profesionales del sector salud, y es que los mismos tratamientos que funcionan con nuestros pacientes no lo hacen con nosotros mismos. Es una especie de ley oculta que se presenta frecuentemente y está vinculada al conocimiento íntimo que se tiene de los remedios.
A los pocos días entré en barrena con un cuadro sintomatológicamente gripal: Fiebre, dolor articular, disnea, tos, y un bajón físico como nunca había experimentado antes. Con este cuadro resistía en mi bastión contra viento y marea, como el ‘Juan sin miedo’ del cuento de los hermanos Grimm, hasta que mi mujer me llevó de la oreja al CAP. Paciente, acudí a la médico que me correspondía y no conocía (yo nunca voy al CAP, nunca he estado enfermo como para acudir) quien, con una lógica reflexión propuso un diagnóstico apropiado que me pareció lo pertinente.
Dicho sea de paso, previamente había contactado con un colega médico supuestamente experto estas lides. que me dijo que esto era algo que el mismo estaba pasando y que con unos días de sostener el cuadro saldría adelante: buena dieta (yo no podía comer, solo hidratación con líquidos) y sobre todo pimientos al horno por la vitamina A y C. Perplejo, busque ayuda con una médico alternativa al sistema y amiga que me recetó directamente Ivermectina, la pedí a la farmacia, pero ya era tarde para obtenerla, mi diagnóstico: neumonía bilateral y antes de darme cuenta ya estaba en una ambulancia camino del hospital con mi positivo de Sars-Cov2.
La espera para ingresar parecía interminable. Para el paciente, las horas de quietud en una camilla de pasillo son dolosas i expectantes: dudas, desinformación, desidia… Me moría de sed, llevaba horas sin ingerir liquido alguno, pedí agua cuatro veces y al final apareció un alma bondadosa con un vaso de plástico del que sorbí despacio hasta agotarlo. El agua parecía maná.
Una vez atendido y realizado el ingreso, puestas las vías pertinentes e iniciado el tratamiento convencional me encontré en la habitación en la más perfecta soledad. Solo me escuchaba a mí en mis reflexiones. Pensar sin ser turbado es una complacencia única. Además, me venía aquello de que el ser humano es la única de las criaturas encarnadas en esta Tierra que puede pensar que piensa. Y no solo eso, sino que puede ser pensado en su interior porque todo ser humano es un ser habitado. Releía el poema de Rumi, que me regaló una amiga. “La casa de huéspedes”:
“Ser humano, es ser una casa de huéspedes.
Cada día una nueva visita.
Una alegría, una depresión, una maldad, la conciencia momentánea llega como un huésped inesperado.
¡Dales la bienvenida y recíbelos a todos!
Aunque sean un gentío de penas,
que violentamente vacían tu casa y la dejan sin muebles,
Trata a cada huésped con honor.
Puede que te esté vaciando para alguna nueva delicia.
El oscuro pensamiento, la vergüenza, la malicia,
Recíbelos en la puerta con regocijo,
E invítalos a pasar.
Agradece a quien llegue,
Cada huésped es emisario del más allá y viene para guiarte.”
Puesto en esta condición -avanzada la noche- pendiente de una inspiración empecé a intuir a la entidad del Covid. Como en algún otro escrito ya he mencionado: todo está vivo, todo está iluminado. Ese síndrome, ¿masa de bacterias? y añadidos sintéticos que componen el Sars Cov2, ese elemento físico sofisticado producido en un laboratorio de Wu Han, ese supuesto “virus” que nunca ha sido aislado y por lo tanto no se ha podido evidenciar, esa creación, esa criatura terrorífica, tiene su espectro, su ser elemental. Y tiene a sus `padres creadores’.
El ser humano es una entidad creadora y creativa. Porque creemos creamos, porque creemos vemos. También para servir al mal. Y Toda creación humana -a despecho de los materialistas- tiene su contraparte espiritual. Esta creación humana ha sido hecha para generar dolor y miedo. Justo el alimento que necesitan las entidades del Mal para sobrevivir. Nuestro sufrimiento es su alimento, especialmente el de los niños, cuanta más inocencia, más jugoso les resulta el banquete. Releía -a propósito- unos párrafos de Rudolf Steiner al respecto:
«Hay seres en los reinos espirituales para los que la ansiedad y el miedo que emanan de los seres humanos ofrecen un alimento bienvenido. Cuando los humanos ya no tienen ansiedad y miedo, estas criaturas mueren de hambre. Las personas que aún no están suficientemente convencidas de esta afirmación podrían entender que sólo tiene un significado relativo. Pero para los que están familiarizados con ella, es una realidad. Si el miedo y la ansiedad irradian de los individuos que luego comienzan a entrar en pánico, estas criaturas se alimentan y se vuelven más y más poderosas. Estos seres son hostiles a la humanidad.
Los sentimientos negativos, de ansiedad, del miedo y la superstición, la desesperación o la duda, son en realidad fuerzas hostiles que emanan de mundos extrasensoriales cuyos seres ejercen crueles ataques sobre los seres humanos mientras se alimentan de sus efectos. Por lo tanto, es necesario que una persona que entra en el mundo espiritual haya superado primero el miedo, los sentimientos de impotencia, la desesperación y la ansiedad. Pero son precisamente estos sentimientos los que pertenecen a la cultura y al materialismo contemporáneos; porque alejan los seres humanos del mundo espiritual, es particularmente adecuado para evocar la desesperación y el miedo a lo desconocido en los individuos, llamando así a las mencionadas fuerzas hostiles en su contra.”
Así, con todo este espacio reflexivo que da la soledad, me dispuse a escuchar lo que el ser elemental del Covid tenía que decirme: ‘Tienes que vivirme, tienes que experimentarme, pasar por la vacilación, el miedo, la ansiedad, la duda y todo ese mal que yo represento, además del dolor físico, la fiebre, la desazón, y la vulnerabilidad. No me puedes obviar, estoy en ti, vivo en ti’. Cuando experimenté la certeza del paso necesario me entregué al proceso sin resistencia. Y presto al suceso, pase tres días y tres noches con esas conversaciones y la iluminación de la sabiduría que conlleva todo dolor, todo sufrimiento.
De ello surgieron otras preguntas aparentemente muy básicas. ¿Qué hace un ser humano cuando se alimenta? Comemos vegetales y animales. Pero, lo que ingerimos son células vegetales y células animales. Además, nos proveemos de ‘su luz’, la clorofila sintetizada, sobre todo de los vegetales, y su proteína. Y, ¿qué hacemos con estas células ajenas? Las convertimos en humanas. Todo paso a paso: Masticación, ingestión, digestión, absorción y egestión. Es decir, el proceso de digestión y absorción determinarán el tránsito a la humanización de las sustancias. De no ser posible porque las substancias ingeridas no tienen la cualidad y calidad necesarias el organismo, sabiamente, lo devuelve al exterior, por lo general en forma de vómito.
Es decir, todo lo que ingiere el ser humano lo convierte en su propio tejido, su propia proteína, su propia carne. Todo en la mas profunda inconsciencia. Incluso no necesitamos saber las propiedades físicas o químicas de un alimento para que el cuerpo las asuma ponderalmente y hagan su efecto.
¿Qué sucede cuando enfermamos? ¿Qué ocurre cuando pasamos por enfermedades contagiosas o bacterianas? Estas enfermedades viven en nosotros: viruela, paperas, herpes, la rosa, sarampión etc. Y sabemos, por la experiencia, que después de haber sido superadas ya no volveremos a sufrirlas. Las hemos hecho ‘nuestras’. Ni las padecemos más ni las contagiamos a terceros. Dado que es un proceso inconsciente en nosotros, podemos decir, no, que las hemos humanizado, aun cuando de hecho es así, sino que ‘se han humanizado en nosotros’. Y, ¿Qué ocurre cuando se han humanizado? Que pierden su fuerza original, ya no pueden infectar ni trasmitirse, están vencidas. Todo ese mal al transitar por el ser humano se sutiliza, se transforma convenientemente. De ello dan fe -científicamente- las inmunoglobulinas en las analíticas de sangre.
¿Acaso no es evidente entonces -científicamente- que el ser humano esta diseñado por su Creador para combatir el mal y convertirlo en improductivo al hacer una metamorfosis con él? No va a ser de otra manera con el artificial Sars Cov. 19; Segregado en millones de personas esa función de humanización se ha cumplido. Una vez dentro nuestro -y hecho el proceso- ya no puede dañar. Esta domado. Es cierto que algunas personas -dado su crítico estado salud, han pagado el precio de la muerte- eso ya lo tenía previsto y lo busca el sistema para eliminar la ‘gente improductiva’. Los servidores del mal trabajan bien y conocedores, como nosotros, de este hecho, se han apresurado culminar su obra con las series de inoculaciones con armas biológicas que se hacen pasar por vacunas contando con el ya clásico síndrome de Estocolmo de buena parte de la humanidad. Esa actitud egoísta de los ‘tibios’ que les condena a la esclavitud que propone el sistema.
Sin embargo, ya podemos empezar a apreciar que el sistema está vencido. Y lo saben. No tienen futuro alguno más que el que les ceda el ser humano contemporizador temporalmente. El mal no puede actuar sin la voluntad humana.
Por nuestra parte queda la satisfacción de la resistencia entre muchos. Otra forma de pensar y sobre todo de hacer, es posible. El ideal de un ser humano libre, racional, autónomo y espiritual es posible. Ya empezamos a ver en la humanidad ese gesto del futuro acuariano -todavía semiconsciencente, pero intuible- que nos permite cerciorarnos de un Espíritu común que gobierna nuestros actos morales y nos proporciona valor y sentido común. No estamos solos. Somos legión en todo el mundo los hombres y mujeres que compartimos el mismo criterio, sin importar el enfoque científico, filosófico, religioso, cultural o espiritual; esos son los vehículos o aspectos a través de los que nos expresamos o mostramos profesional y culturalmente. Pero la esencia, el Espíritu, es el mismo y en Él somos Uno.
Que la fuerza de este Espíritu -porque Él es ‘la Fuerza’- nos siga acompañando en este camino que ya transitamos juntos para confrontar el Mal y proceder, en todos los ámbitos, en la medida de lo posible, a su metamorfosis, su transformación, con la palabra, con los actos, con la verdad y sin violencia.
Alfons Vinyals Arnau
Consultor e investigador en terapias naturales y energéticas; y en Biografía humana de orientación antroposófica.
Septiembre 2022